1 de cada 10 de los pacientes diagnosticados pueden permanecer sintomáticos más allá de 3 semanas, y algunos de ellos durante meses. En los pacientes que han requerido hospitalización este porcentaje es superior pudiendo llegar hasta el 50-90%.
En esta etapa de la pandemia existen numerosos estudios que analizan las secuelas a largo plazo generadas por la infección por COVID-19.
Estas secuelas ya fueron descritas previamente en otras epidemias causantes del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) en 2002 y del MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio) en 2012 hasta la actualidad.
Por otro lado, estadísticas epidemiológicas del Ministerio de Sanidad indican que la prevalencia de estas secuelas es mayor en mujeres, este dato se une a que la incidencia de enfermar y la susceptibilidad de contagio es más alta en mujeres; si bien la mortalidad sigue siendo mayor en varones a partir de los 80 años y se equilibra entre sexos entre los 30 y 80 años.
En un importante estudio en marcha (el Zoe Covid Symptom Study) se sugiere que en torno a 1 de cada 10 de los pacientes diagnosticados pueden permanecer sintomáticos más allá de 3 semanas, y algunos de ellos durante meses. En los pacientes que han requerido hospitalización este porcentaje es superior pudiendo llegar hasta el 50-90%.
Dentro de las secuelas observadas se describen: de la función pulmonar y capacidad de ejercicio, trastorno de estrés postraumático, trastornos psicológicos (depresión, ansiedad, insomnio) insuficiencia renal, secuelas sobre el sistema vascular, afectación de la fuerza muscular y motora, trastornos cognitivos como deterioro de la memoria; entre otros.

La principal secuela es la fibrosis pulmonar. En la fase aguda hay un depósito de material hialino en las membranas alveolares y en una etapa posterior depósito de fibrina e infiltración de células inflamatorias y fibroblastos, para que, finalmente, el tejido pulmonar se vuelva fibrótico (el tejido del pulmón se va cicatrizando debido a la inflamación crónica, se vuelve grueso y duro, produciendo dificultad respiratoria)
En dos estudios realizados la fibrosis pulmonar se observó en el 40% de pacientes que tuvieron clínica grave de COVID 19 esto se asoció a otros factores de riesgo como edad avanzada y daño pulmonar previo. Aunque aún es pronto para determinar si esta secuela se podría solucionar con el tiempo o si progresaría a fibrosis pulmonar crónica.

Foco de Fibrosis Pulmonar en un paciente post COVID 19
En un estudio realizado en Italia se observó disnea residual en un 43% de una serie de 143 pacientes que persistía un mes tras el alta y que condicionaba la capacidad de actividad física de los mismos.
Las secuelas neurológicas se explicarían por fenómenos de hipercoagulabilidad y a la presencia de receptores ACE2 (enzima presente en diversos órganos y que es la puerta de entrada que utiliza el virus SARS-CoV-2), produciendo accidentes cerebrovasculares y deterioro cognitivo a largo plazo.
También se ha descrito afectación del sistema nervioso periférico produciendo miopatías y neuropatías, por otro lado, existe evidencia de la anosmia (perdida del olfato) y ageusia (perdida del gusto) que se puede mantener incluso hasta 95 días después de resolverse el cuadro agudo.
Una investigación publicada por el Elsevier Public Health Emergency Collection, advierte las secuelas a nivel cardiovascular e indican que podrían estar relacionadas con el impulso adrenérgico, el medio inflamatorio sistémico y el síndrome de liberación de citocinas causadas por el SARS-CoV-2, infección viral directa de las células miocárdicas y endoteliales, hipoxia debido a insuficiencia respiratoria, desequilibrios electrolíticos, sobrecarga de líquidos y efectos secundarios de ciertos medicamentos utilizados para COVID-19.
En China, en un estudio realizado a 538 pacientes tras más de 3 meses de alta hospitalaria se observó que el 13% tenía secuelas cardiovasculares; el más importante aumento de frecuencia cardiaca en reposo (taquicardia) y una mínima proporción debutó con un diagnostico reciente de hipertensión.
Las secuelas sobre el sistema vascular son igualmente relevantes. La infección por SARS-CoV-2 provoca un daño del endotelio vascular y un estado proinflamatorio y protrombótico que puede dar lugar a la formación de trombos tanto pulmonares como en otras localizaciones del cuerpo. Secundariamente se puede desarrollar una hipertensión pulmonar que dificultará, asimismo, la oxigenación y la tolerancia al ejercicio.
La afectación del riñón puede traducirse en insuficiencia renal o una eliminación elevada de proteínas en la orina. En un estudio realizado en Nueva York en 3.235 pacientes hospitalizados con COVID-19 la IRA (Insuficiencia Renal Aguda) ocurrió en el 46% de ellos y 20% de esos pacientes requirió diálisis. La IRA se asoció, además con una mayor mortalidad; además el 44% de los pacientes dados de alta vivos quedaron con alguna afectación renal persistente.
Se han descrito también secuelas en el músculo esquelético y la piel predominantemente mialgias artralgias, además se han documentado casos de alopecia mayoritariamente en mujeres.
También son habituales los trastornos cognitivos, como el deterioro de la memoria, y algunas alteraciones emocionales, derivadas fundamentalmente de la situación de aislamiento. Importantes estudios a lo largo del mundo han establecido que los factores de riesgo que predisponían a las personas a presentar complicaciones emocionales eran los siguientes: ser mujer, una vida de mucho estrés, eventos traumáticos anteriores, tener poco conocimiento de la pandemia, y tener poco apoyo social.

Factores de riesgo asociados a las secuelas del COVID 19
Son frecuentes los trastornos psicológicos, la ansiedad o el insomnio. Puede haber cambios de humor e irritabilidad. Algunos cuadros pueden llevar a depresión grave o estrés postraumático.
En conclusión, las secuelas y complicaciones fundamentales son la fibrosis pulmonar, deterioro de la función pulmonar, neuropatías, afectación cardiaca, del sistema musculo esquelético y trastornos psicológicos.
Las pandemias suelen traer consigo la necesidad imperiosa de lidiar con sus manifestaciones y secuelas, las cuales suelen estar inmersas en incertidumbre y ponen de manifiesto la fragilidad de nuestro entorno y la vida.
Esclarecer y detallar el alcance de estas secuelas toma gran relevancia para establecer planes de seguimiento y tratamiento de estos pacientes.
Poder reorientar estos síntomas y que se protocolicen para que se pueda considerar como un síndrome o como una enfermedad y sea correctamente tratada; evitando que los pacientes empiecen a dar vueltas por multitud de servicios y nadie les atienda de una forma concreta, garantizando la salud integral de todos.
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