El Parkinson es un trastorno neurodegenerativo frecuente, crónico y progresivo. Suele comenzar a partir de la sexta década de vida, como consecuencia de la destrucción de determinadas neuronas del cerebro. Se manifiesta con síntomas como:
– temblor y rigidez en manos, brazos, tronco y piernas;
– lentitud de movimientos;
– alteraciones en el equilibrio y coordinación, y en la función cognitiva/demencia, en la expresión de las emociones (apatía), visuales…
No existe cura o tratamiento definitivo para esta enfermedad, aunque se dispone de medicamentos que permiten un tratamiento sintomático satisfactorio en muchos casos.
Diversos estudios demuestran que los conductores con parkinson presentan peor capacidad de conducción que los sanos, incluso en las fases iniciales de su enfermedad, debido a los déficits motores, de coordinación, etc., que padecen.
Todos los medicamentos para tratar el parkinson incluyen el pictograma de alerta, ya que aunque permiten controlar la sintomatología y mejorar la capacidad del paciente para conducir, sus efectos sobre el sistema nervioso central pueden interferir con la capacidad para hacerlo con seguridad. Un efecto adverso potencialmente grave, son los ataques o episodios repentinos de sueño que ocurren con algunos medicamentos, en especial con los dopaminérgicos
A finales de 2011, Neurology publicó un estudio que comparó un grupo de conductores con parkinson y otro de conductores sanos, con hábitos de conducción y edades similares. Los siguieron entre 3 y 7 años. Los pacientes con parkinson dejaron de conducir con más frecuencia que los sanos (40,6% frente a 16,9%) y los factores que influyeron fueron: una mayor edad, baja valoración individual de la calidad de conducción, sugerencias de terceros respecto a la conveniencia de dejarla, y bajo número de kilómetros conducidos.
La decisión de dejar la conducción es compleja, ya que esta es importante para muchas personas –por diferentes motivos– y permite mayor autonomía. Dada la progresividad del parkinson, es importante saber cuándo hay que dejar de conducir. Muchas personas, para minimizar el riesgo, reducen progresivamente el número de kilómetros y de días que conducen.
Los familiares y amigos ejercen en ocasiones influencia positiva sobre el paciente de parkinson para que tome la decisión correcta y abandone la conducción al observar que se deteriora su capacidad de conducir y pierde seguridad. Algunos estudios señalan que 8 de cada 10 pacientes con parkinson tienen permiso en vigor y al menos la mitad de ellos conduce.
El segundo estudio de Neurologyplantea: ¿Cómo establecer cuándo el paciente debe dejar de conducir? La mera presencia de parkinson no hace que la persona no sea apta para conducir. El objetivo final es saber si un paciente concreto está en condiciones de conducir con seguridad.
Aunque se conoce mejor el parkinson, no existen criterios estrictos e inequívocos en relación a la conducción: la decisión debe ser individual, teniendo en cuenta la situación clínica del paciente (motora, cognitiva, visual…), su respuesta a la medicación y los efectos adversos.
Pero además el artículo señala dos cuestiones adicionales relevantes:
1) El paciente debe decir toda la verdad al médico. No reconocer los pequeños déficits puede llevar a una falsa valoración por parte del médico. Y en la carretera estamos todos.
2) Los médicos/neurólogos con frecuencia sobreestiman la capacidad de los pacientes con parkinson para conducir.
En España, la evaluación de la aptitud psicofísica para conducir se realiza por los facultativos de los Centros de Reconocimiento de Conductores. El informe del neurólogo que controla al enfermo es imprescindible para ayudarles en la toma de decisión.
Eduardo Carneros
Psicólogo de Certimedic
Col. Nº 15277
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